lunes, 13 de enero de 2014

EL MERCADILLO DE LAS MARAVILLAS

Aunque no lo parezca, ya tenemos a la vuelta de la esquina el presagio de una nueva primavera. Digo presagio porque, aunque quedan aún un par de meses, el sol ha vuelto a renacer... Las noches empiezan a acortarse con lentitud y sin prisa, con lo que van creciendo los minutos de luz cada día.
El pasado año y en primavera apareció, en una de las redes sociales que vemos, el anuncio de algo que sonaba bien: El Mercadillo de las Maravillas. Y allí que nos fuimos.
En el barrio de San Juan hay un local de múltiples disciplinas que nos invitaba a pasar a ver ese mercadillo. Una vez dentro, un grupo de jóvenes exponía en pequeñas mesas una serie de objetos pintorescos que atraían cuando menos la curiosidad.
En un principio, apenas vi nada. Unos colgadores con vestidos y camisetas de segunda mano, bolsos y monederos, pendientes y collares... se distribuían a lo largo y ancho de todo el local. Mirando más despacio, apareció ante mí un tenderete con juguetes y viejos libros. Y allí estaba Merche. Fue la primera vez que la vi en acción. 
Miraba despacio, con una minuciosidad casi de microscopio. Tocaba, retocaba, volvía a colocar. Nos enseñaba cosas desde lo lejos con una sonrisa de oreja a oreja.
Curiosos estos cuentos de Calleja
Cuando llevabamos un buen rato pensando que ya estaba todo visto y tras comprar un par de collares, la vimos aparecer con unas bolsas llenas de muchas cosas curiosas. ¿Y qué llevaba?
Había comprado por un módico precio una serie de juguetes en bastante buen estado para su nieta Alicita.
En un principio nos resultaba dificil distinguir la importancia de esos objetos, pero ella nos lo fue contando con cariño y detenimiento: una princesita rubia con corona y traje largo, unos dibujos para recortar, un puzle...
Salimos de allí encantadas.
Buscando minuciosamente pequeños tesoros
El Mercadillo de las Maravillas era un montón de pequeñas cosas, objetos que esas jóvenes ya no querían y que ponían a disposición de otros que quisieran aprovecharlo, porque para ellas habían sido importantes en otro tiempo.
A partir de ahora, para la pequeña Alicia también lo serían.
Fue una tarde muy especial. En el espacio La Azotea, cerca de la Plaza de San Juan, en Murcia.
Un avión de hojalata no autopropulsado
No sé si este año volverá a ocurrir, pero queda aquí colgado en el tiempo y en nuestro recuerdo.







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