sábado, 11 de enero de 2014

REUTILIZANDO EMOCIONES: El vuelo de un pendiente

Hoy ha amanecido un cielo gris que prometía lluvia. Mientras paseaba por la calle con mis perros, iba trazando mentalmente el plan del día. Lo prioritario, he pensado, es buscar el pendiente. Así es, un pendiente que salió volando de mi mesilla de noche hace tres días.
Tran dejarlos en casa y camino de la gasolinera, iba recordando la historia de ese pendiente. Fue hace ya muchos años.
Foto: José Gabriel Zurbano
Con cierta frecuencia viajaba a Alicante a visitar a mis padres. Era un viaje cómodo, en el tren de cercanías, pues todo estaba conectado. Llegaba desde mi casa en autobús a la estación Murcia-El Carmen, tomaba el cercanías hacia Alicante, salía de la estación y, a los pies de la escalinata, tomaba otro autobús que me dejaba a escasos metros de la puerta de la casa familiar. Una vez terminada la visita, deshacía el camino a la inversa con facilidad. Todo estaba entonces bien conectado y anoche lo comentábamos en una tertulia de buenos amigos.

Tras comprar el billete de vuelta, paseaba la espera mirando los escapates de la estación. Hoy están casi todos oscuros. Por entonces había una curiosa tienda de venta de plata al peso; la cosa era sencilla: elegías la pieza que te gustaba, la pesaban y la pagabas. Así fue como llegaron a mis manos esos pendientes.

Mientras diseñaba mi proyecto de búsqueda de uno de ellos, volví a pensar en esos días... Hoy mis padres ya no están. Por esa razón me obsesionaba encontrarlo a toda costa. El valor real del pendiente era poco; su verdadero valor es totalmente emocional, casi existencial en este caso.

He comenzado moviendo y desplazando los muebles cercanos al punto de desaparición mientras pasaba cuidadosamente la escoba por rincones y recovecos. Puesta a ello y armada de trapo y fregona, he limpiado a fondo algunos rincones alejados de esos que quedan en el olvido cuando apenas hay tiempo para organizar las cosas.

Cuando empiezas con algún plan lo dificil es arrancar pero, cuando se obtienen buenos resultados, suele invadirte la esperanza de llegar a culminarlo con éxito. Y así ha sido. El pendiente que he estado buscando durante tres días y que ha removido mis recuerdos estaba enganchado en la pata trasera de mi mesilla de noche, oculto tras una pila de libros.

Creo que cayó allí para que llevara a cabo una limpieza a fondo de mi cuarto, del último reducto donde solo entro yo. Por eso esta entrada se llama "Reutilizando emociones", emociones tales como el recuerdo amable del tiempo que compartí con mis padres;  el de la estación alicantina y  el de otros cercanías que me llevaban también a Valencia en mis días de estudiante; la satisfacción de haber ordenado mi dormitorio y, con ello, organizado un poco también mi vida. Y la sensación agradable que suele dar el "trabajo bien hecho"...

Todas esas pequeñas emociones cotidianas que dan sentido a la vida a pesar de que hoy ha amanecido un día lluvioso y gris.


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